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(Crítica) Jane Porter - Todos los días de mi vida
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(Crítica) Jane Porter - Todos los días de mi vida
Todos los días de mi vida – Jane Porter
Su amor sería para siempre...
Payton había tenido un apasionado romance con Marco D’Angelo, pero cuando su matrimonio se vino abajo después de muy poco tiempo, decidió marcharse con sus dos hijas para no regresar jamás.
Dos años después, Payton estaba de vuelta en Italia; había llegado el momento de que las niñas conocieran a su padre. Pero sus planes no incluían quedarse en Italia, ni permitir que aquel hombre tan sofisticado y seductor se acercara demasiado a ella. Con lo que no contaba era con que sus sentimientos por Marco despertaran nada más volver a verlo y la obligaran a admitir que seguía muriéndose de deseo por él...
Me gusta hacer reseñas y lo tenía abandonado porque no tenía dónde colgarlas.
Ahora bien, voy a desempolvar esta historia que tenía olvidada en mi cajón. Esas que se leen una vez y no dejan recuerdos de ningún tipo.
La empecé por curiosidad y la leí en una tarde. No odié a nadie, no me enamoró nadie. Ni fu ni fa.
Entonces ¿por qué estoy escribiendo? Ni idea.
Para comenzar no es una historia con grandes pretensiones y nada original.
Marco es un hombre comprometido con una princesa, pero que se apasiona con una joven inocente que trabaja para él y se casan cuando esta se embaraza, el matrimonio se desarma y ella se va con sus hijas. Él entonces busca consuelo en quién fuese su prometida y reanuda la relación.
Es un mal pie como inicio, porque ambos son cobardes y no piensan en sus hijas. Él de hecho casi no las ve desde el divorcio y las niñas pasan a ser sus hijas solo de nombre, las ama, pero no las sabe tratar y las niñas le temen.
Payton no habría vuelto a buscar a Marco de no ser porque un diagnóstico lapidario la obliga a hacerlo: tiene cáncer y teme morir y que sus niñas queden solas. Por eso Marco y su futura esposa son la mejor opción, además de ser confiables, pero los celos que siente y la envidia ante el cariño que ve en la pareja la torturan.
Marco por su parte no sabe qué hacer, está a punto de casarse, pero su ex es un capítulo que no ha podido cerrar, quiere odiarla y parece que lo hace, de hecho la relación con sus hijas es casi una venganza contra ella. La relación con su prometida es más de culpa que de cariño, la dejó por casarse con Payton y esta los perdonó, pero es una cosa que le pesa y lo hace sentirse indigno.
Lo que es peor para él y su orgullo: Ama a su ex, quiere a sus hijas y daría todo por estar junto a ellas otra vez.
Por más que lo niegue no lo puede evitar.
Las ama y cuando se entera de que Payton puede morir, él quiere morir también.
Por eso, le destaco que no haya dilatado el asunto de su prometida y cuando se dio cuenta que en caso de morir Payton esta no podría hacerse cargo de sus hijas sin recordar constantemente que no eran suyas, se apartó, no de forma directa, pero esa situación lo ahogaba: su amada ex, sus adoradas hijas y su prometida. Lo digo sabiendo que yo en caso de la princesa sería igual de rencorosa en ese sentido, pero en el papel del padre la mando a volar, claro, quería tener sus hijos con él ¿pero a qué precio? Lo perdió en el proceso con su poco tacto.
Las vacaciones familiares, las confesiones, la pasión, el amor, el reencuentro… cielos, sí. Me gustó eso, porque no sólo se veían como pareja, sino también como padres y, lo más importante, como una familia.
Y eso que a mí las segundas oportunidades no me gustan.
Marco sufre un cambio enorme. Es el marido enamorado otra vez y el padre que las niñas merecían tener.
Y la relación de pareja es más que sexo, les encantaba bromear, acariciarse, se tocaban por debajo de la mesa, caminaban de la mano.
Lo que quiero decir es que, si bien se amaron antes, ese amor pasional e inmaduro murió y nació otro más fuerte y más comprometido. Un amor que no era egoísta o ni aprensivo, un amor que podía enfrentar la muerte.
Un amor que llenara todos los días que les diera la vida.
El final me gustó, porque a pesar de todo tenía buena base. Es una cadena de errores, de celos y de frustraciones.
Insisto no es una joya y sólo la recordé hoy y la olvidaré mañana.
Su amor sería para siempre...
Payton había tenido un apasionado romance con Marco D’Angelo, pero cuando su matrimonio se vino abajo después de muy poco tiempo, decidió marcharse con sus dos hijas para no regresar jamás.
Dos años después, Payton estaba de vuelta en Italia; había llegado el momento de que las niñas conocieran a su padre. Pero sus planes no incluían quedarse en Italia, ni permitir que aquel hombre tan sofisticado y seductor se acercara demasiado a ella. Con lo que no contaba era con que sus sentimientos por Marco despertaran nada más volver a verlo y la obligaran a admitir que seguía muriéndose de deseo por él...
Me gusta hacer reseñas y lo tenía abandonado porque no tenía dónde colgarlas.
Ahora bien, voy a desempolvar esta historia que tenía olvidada en mi cajón. Esas que se leen una vez y no dejan recuerdos de ningún tipo.
La empecé por curiosidad y la leí en una tarde. No odié a nadie, no me enamoró nadie. Ni fu ni fa.
Entonces ¿por qué estoy escribiendo? Ni idea.
Para comenzar no es una historia con grandes pretensiones y nada original.
Marco es un hombre comprometido con una princesa, pero que se apasiona con una joven inocente que trabaja para él y se casan cuando esta se embaraza, el matrimonio se desarma y ella se va con sus hijas. Él entonces busca consuelo en quién fuese su prometida y reanuda la relación.
Es un mal pie como inicio, porque ambos son cobardes y no piensan en sus hijas. Él de hecho casi no las ve desde el divorcio y las niñas pasan a ser sus hijas solo de nombre, las ama, pero no las sabe tratar y las niñas le temen.
Payton no habría vuelto a buscar a Marco de no ser porque un diagnóstico lapidario la obliga a hacerlo: tiene cáncer y teme morir y que sus niñas queden solas. Por eso Marco y su futura esposa son la mejor opción, además de ser confiables, pero los celos que siente y la envidia ante el cariño que ve en la pareja la torturan.
Marco por su parte no sabe qué hacer, está a punto de casarse, pero su ex es un capítulo que no ha podido cerrar, quiere odiarla y parece que lo hace, de hecho la relación con sus hijas es casi una venganza contra ella. La relación con su prometida es más de culpa que de cariño, la dejó por casarse con Payton y esta los perdonó, pero es una cosa que le pesa y lo hace sentirse indigno.
Lo que es peor para él y su orgullo: Ama a su ex, quiere a sus hijas y daría todo por estar junto a ellas otra vez.
Por más que lo niegue no lo puede evitar.
Las ama y cuando se entera de que Payton puede morir, él quiere morir también.
Por eso, le destaco que no haya dilatado el asunto de su prometida y cuando se dio cuenta que en caso de morir Payton esta no podría hacerse cargo de sus hijas sin recordar constantemente que no eran suyas, se apartó, no de forma directa, pero esa situación lo ahogaba: su amada ex, sus adoradas hijas y su prometida. Lo digo sabiendo que yo en caso de la princesa sería igual de rencorosa en ese sentido, pero en el papel del padre la mando a volar, claro, quería tener sus hijos con él ¿pero a qué precio? Lo perdió en el proceso con su poco tacto.
Las vacaciones familiares, las confesiones, la pasión, el amor, el reencuentro… cielos, sí. Me gustó eso, porque no sólo se veían como pareja, sino también como padres y, lo más importante, como una familia.
Y eso que a mí las segundas oportunidades no me gustan.
Marco sufre un cambio enorme. Es el marido enamorado otra vez y el padre que las niñas merecían tener.
Y la relación de pareja es más que sexo, les encantaba bromear, acariciarse, se tocaban por debajo de la mesa, caminaban de la mano.
Lo que quiero decir es que, si bien se amaron antes, ese amor pasional e inmaduro murió y nació otro más fuerte y más comprometido. Un amor que no era egoísta o ni aprensivo, un amor que podía enfrentar la muerte.
Un amor que llenara todos los días que les diera la vida.
El final me gustó, porque a pesar de todo tenía buena base. Es una cadena de errores, de celos y de frustraciones.
Insisto no es una joya y sólo la recordé hoy y la olvidaré mañana.
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